Una lumbrera del pensamiento político actual ha afirmado que política y coherencia son incompatibles. Se ha dicho en términos normativos, no de crítica. Es fácil entender entonces no ya el motivo que ha provocado que gran parte de la ciudadanía haya dado la espalda a los políticos, sino un hecho más fuerte y sorprendente, aunque resulte su lógica consecuencia: los políticos han acabado por desentenderse completamente de los ciudadanos. Hasta no hace mucho nuestros tribunos hacían méritos para convertir la política en espectáculo, y trataban al público con mayor o menor respeto, deseosos de atraerse su atención. Devaluación de la política orientada al circo mediático, sí, pero al menos se nos consideraba espectadores. Ahora ni eso: van directamente a lo suyo, sin que les importe nada lo que pueda pensarse de ellos. No hay actuación, ni representación, ni discurso, ni les preocupa enseñar sus vergüenzas: solo es visible el nerviosismo de no fallar la ocasión, la ambición de conseguir el propio objetivo, sea cual sea, sea como sea. Algunas escenas recientes en el Parlamento de Navarra dan buena fe de ello.
La voluntad popular una vez finalizado el recuento de las urnas es sustituida por la voluntad caprichosa de los políticos, sin un mínimo esfuerzo por fabricar una narrativa coherente siquiera en apariencia. EL PSN estuvo descolocado toda la legislatura anterior, marcando distancias tanto con el cuatripartito como con la oposición de UPN y PP, pero coincidiendo a la hora de la verdad con estos en la mayor parte de las cuestiones y votaciones. El PSN no ha estado en el gobierno sino en la oposición, pero lo fiaba todo a una nueva mayoría aritmética, sin Bildu ni el centroderecha, donde los socialistas quedaran por delante de Geroa Bai. El efecto Sánchez logró lo segundo, pero el propio lastre del cuatripartito impidió lo primero. Barkos no contaba ni con lo uno ni con lo otro. Esperaba que el hundimiento de Podemos beneficiase a otras fuerzas del cuatripartito. Que no haya sucedido así prueba el fracaso de un gobierno que no ha sido capaz de capitalizar el liderazgo de Barkos al frente.
La única apuesta de Barkos fue el cuatripartito por lo que resulta incoherente su súbita defensa de las bondades de un nuevo gobierno plural y diverso. No es un problema para Geroa Bai el apoyo de Bildu, aunque PNV y Bildu tensen la cuerda en Euskadi. Hubiera sido un logro de Geroa Bai, y una aportación a la democracia, que después de cuatro años de convivencia hubiese arrancado de Bildu una condena expresa de la violencia ejercida por ETA y una petición expresa de perdón a las víctimas. Esa asignatura continúa pendiente. No se ha podido o no se ha querido hacer. Lo que les une en Navarra es mayor que lo que les separa. Pero mientras no se exija y se dé ese paso no se puede normalizar democráticamente a los herederos políticos de ETA. El PSN debería saberlo y actuar en consecuencia. El socialismo no se atrevió en tiempos de ofensiva terrorista a ilegalizar a HB, aunque esa medida se demostró luego eficaz para la deslegitimación social de la violencia y el proceso de pacificación. ¿Querrá ahora exigir este nuevo paso necesario antes de pactar directa o indirectamente con Bildu?
El PSN sigue adelante porque no cuenta con otro guion, aunque la puesta en escena le deje en evidencia, sobre todo cuando la cuestión navarra ha vuelto a situarse en el centro del debate político español. Su lema de ‘gobierno de progreso’ puede resultar más que simple, irritante. El PSE ha acudido a su socorro argumentando que sólo el PSN es capaz de gestionar la diversidad de Navarra y que por esa razón que gobiernen los socialistas navarros es una ‘cuestión de Estado’. Semejante afirmación, pretendiendo dar la vuelta al argumento de quienes invocan igualmente la razón de Estado para forzar a Sánchez y al PSN a pactar con Navarra Suma, exige mayores desarrollos. Los socialistas navarros callan, bien porque el futuro de la política navarra pasa realmente por Bilbao, no únicamente en el campo nacionalista, bien porque el PSN anda muy ilusionado y ocupado en el inmediato reparto de cargos, sin preocuparle lo fundamental. La coherencia sigue siendo un criterio cualitativo de validación apreciable en política, pero, por mucho que parezca hoy una minucia en la política española, la lógica de los números también cuenta: poco podrá exigir el PSN a Bildu desde el gobierno cuando la estabilidad de ese posible gobierno dependerá de Bildu. Es imprescindible avanzar en la nueva política sin ETA, pero debe hacerse sin instrumentalización ni olvido de sus víctimas, sin mixtificaciones ni atajos, si se quiere realmente avanzar en la construcción de una nueva narrativa y de un nuevo marco de relaciones políticas en Navarra.
Publicado en Diario de Navarra, 3 de julio de 2019