Las elecciones del 26-J han sido históricas, fundamentalmente porque ha habido que repetirlas. Tras el recuento, llega la hora de las decisiones, ya no cabe marear la perdiz. La dificultad no estriba realmente en los números, que sabíamos resultarían de nuevo endiablados, y ni siquiera en las variables a controlar, que las tenemos muy claras después de lo visto y vivido desde el 20-D. El verdadero problema estriba en la falta de credibilidad de nuestros actores políticos en este tiempo nuevo, cada vez más imprevisible y turbulento, como acaba de evidenciar el Brexit.
Digámoslo claro. El PSOE no tiene credibilidad como alternativa de gobierno, por mucho que haya insistido Pedro Sánchez en lo contrario, responsabilizando a otros de su propio fiasco. Podemos no tiene credibilidad como nueva socialdemocracia, aunque sepa comerciar con su travestismo ideológico. Los nacionalismos carecen de credibilidad para garantizar la estabilidad o el cambio político. El PP no tiene credibilidad para la regeneración democrática, por más que no sea el único partido sacudido por la corrupción. Ciudadanos ha conseguido despertar dudas acerca de su ambición, madurez y el papel de justiciero que se atribuyó para no perder protagonismo, y lo ha cedido.
Les conocemos bien, mejor que antes, pero lo principal tampoco son los nombres, aunque algunas fórmulas de gobierno puedan acabar dependiendo de ellos. Las posibilidades se cuentan con una mano. 1) Gobierno en solitario del PP, como partido más votado al alza, con abstención del PSOE y C’s. Sería un ejecutivo muy débil e inviable a medio plazo, y no lo quiere ni Rajoy, no hace falta que se lo diga Rivera. 2) Gobierno PP-C´s con abstención del PSOE. Se antoja como un gobierno débil pero viable, con el sacrificio quizá de Rajoy. 3) Gobierno PP-PSOE. Un gobierno fuerte, pero escasamente creíble, que aparecería como blindaje de los viejos partidos del bipartidismo, dispuestos a seguir adelante, como si no hubiera pasado nada. 4) Gobierno PP-C´s-PSOE. Gobierno muy fuerte y creíble, dentro y fuera de España, con distintas posibilidades de liderazgo, pudiéndose imponer la opción del partido minoritario como última salida para lograr la coalición, aunque aritméticamente sea irrelevante.
Y 5) Gobierno PSOE-Podemos. Un gobierno con suficiente mayoría parlamentaria, con el apoyo de los nacionalistas, pero que –independientemente del orden de los factores– se hace muy difícil, más aún después del Brexit. Lo que no tiene sentido es la fórmula PSOE-C´s-Podemos, lo único que intentaron los socialistas tras el 20-D, para no tener realmente que decidir. Sometidas más que nunca a los efectos caprichosos de la ley D’Hondt, las cuentas de las urnas facilitan o complican las cosas, según se mire, pero ha llegado la hora de las decisiones. La posibilidad de un gobierno moderado y reformista que afronte con prudencia pero sin miedo los cambios que requieren la España y Europa actuales, está al alcance de la mano, si en lugar de qué hay de lo mío, se piensa por una vez en lo común.
Publicado en Diario de Navarra, 27 de junio de 2016