Los ciudadanos votaron, la ley electoral hizo su trabajo y los resultados son los que son. La hermenéutica y la cocina corresponden a los políticos, que tienen que determinar y negociar el mejor de los gobiernos entre los posibles. Entre los posibles en la práctica a día de hoy. Habría fórmulas novedosas sugeridas por la simple lógica aritmética (UPN+GB+PSN) que, sin embargo, son inviables por la misma disposición de los partidos y de la concepción que han alimentado de la cultura política navarra. Pero afortunadamente la cultura política es un hecho social que evoluciona y se transforma con la propia sociedad; y a todos corresponde la responsabilidad de no reducirla a la lógica partidista o a parámetros puramente ideológicos que pudieran consagrar un escenario de permanente conflicto o enfrentamiento entre culturas o subculturas políticas que acaben vaciando de sentido el referente comunitario y la propia especificidad navarra.
Llamó la atención que Geroa Bai se adelantase y no dejase a la fuerza más votada la iniciativa de contactar con las demás fuerzas para intentar formar gobierno. Aunque esas conversaciones hubiesen durado media mañana, el ritual democrático debe cumplirse ceremoniosamente. Los ciudadanos no han votado un gobierno cuatripartito (no se presentaron en coalición), ni el gobierno puede fundarse sobre un programa basado en la teoría de conjuntos que, a base de uniones e intersecciones, deje desatendidos o diluya los verdaderos problemas y necesidades actuales. Las llamadas fuerzas del cambio lo saben. Es más fácil ponerse de acuerdo para desalojar a la derecha regionalista del poder (máxime cuando ésta ha hecho suficientes méritos para ello), que conseguir conciliar planteamientos políticos, económicos y sociales contrapuestos, como son los que figuran en sus respectivos programas.
GB arriesgó mucho en una campaña donde lo que podía parecer un excesivo personalismo se postulaba como voluntad de liderazgo del cambio. Ha conseguido ser la segunda fuerza, pero está por ver si será capaz de hacer valer sus planteamientos. Bildu anunció la misma noche electoral quién sería el próximo alcalde de Pamplona, y su poder con el apoyo de GB se ha extendido por los principales municipios navarros. Un movimiento y un argumento que puede utilizarse para que Bildu no esté en el gobierno foral. Algo parecido ha sucedido con la recién llegada Podemos, elevada a la presidencia del Parlamento, y dispuesta a abrir sus puertas para dar voz a los movimientos sociales, lo que está muy bien, aunque más acorde con la nueva política sería que todos los parlamentarios se propusieran salir de su comodidad y patear la calle para pulsar, no sólo a sus bases o a sus militantes, sino para reconocer desde dentro los medios de los que puedan sentirse política, social y culturalmente más alejados, si realmente se quiere profundizar en la pluralidad y en la voluntad de entendimiento.
Para Bildu el poder municipal, para Podemos el Parlamento y para GB libertad para conformar y ejercer el Gobierno. Cuatro partidos son multitud. Este parece ser el próximo movimiento, y cuanto más rápido mejor, una vez se hayan convenido unas mínimas bases de gobierno. Distinto es que se permita hacerlo, pues Bildu no ha dejado de manifestar su voluntad de entrar en el gobierno y GB dispone únicamente de 9 escaños. GB tiene prisa, pero es importante lo que termine sosteniendo el papel del acuerdo, por más que el principio de realidad acabe enfrentándose luego al pensamiento mágico, pues no por el hecho de enunciar las cosas éstas se cumplen sin más. El texto pactado previamente a la constitución del Parlamento ya da en todo caso algunas pistas, por lo que dice y por lo que se cae. Por ejemplo, la exigencia de inmediata disolución a ETA, que figuraba en el programa de GB, ya no está. Primera concesión a Bildu.
Sí se alude a la condena de todas las violencias, aunque se queda corto. Si nos remontamos al golpe militar del 36, por qué no reprobar también las guerras carlistas o la violencia de la conquista de Navarra. No se puede relativizar el terrorismo de ETA durante la democracia, diluyéndolo en un mar de violencia, como si fuera un simple episodio en una larga historia que implica a todos por igual. Una cosa es no criminalizar al conjunto del nacionalismo a costa de ETA, y otra pretender inmunizarlo de esa historia de terror, por mucho empeño que ponga la izquierda abertzale en ese sentido. Semejante argumento no hace ningún favor a GB. El reciente pronunciamiento del Lehendakari vasco sobre las víctimas de ETA resulta elocuente. GB necesita a Bildu para la investidura de Barkos, pero no mucho más allá. El cisma dentro del nacionalismo acabará marcando el compás de la legislatura. Aunque siempre cabrá un segundo tempo, buscando GB la armonía con el PSN, si es que Podemos no da la nota.
Publicado en Diario de Navarra, 26 de junio de 2015