Asistimos en la
política foral a un desenlace que estaba escrito, y que no ayuda a devolver la
fe en nuestros profesionales de la cosa pública. Si yo caigo, tú caes conmigo,
o antes de que me cesen, dimito. Eternos lugares del mundo de las relaciones profesionales
y del viejo oficio de la política, que acaban jugando a veces un papel decisivo
en el desarrollo de los dramas sociales, como sucede en la representación del último
acto de la crisis navarra. La verdadera gramática de los motivos, ni se lee ni
se escribe –no siempre se corresponde con las razones aducidas–, pero inspira y
conduce la acción. Desencuentros, rencores, despechos, venganzas encubiertas, personalismos
y pasiones humanas, demasiado humanas, provocan incendios y terremotos políticos,
cuyas consecuencias sus responsables son incapaces de medir.
Si la conjetura es
común a la actividad científica, en la política tiene patente de corso, sobre
todo si afecta a un posible caso de corrupción. La conjetura se eleva a certeza
y que vengan detrás a demostrar que es falso. Esa es una tarea para estudiosos del
pasado, pues la actividad política ya está enfrascada en nuevas conjeturas y
aventuras de futuro que reclaman la decisión de los actores. El líder del PSN,
sorprendiendo a todos al decir ‘el partido soy yo’, se ha autopostulado para presidir
un gobierno de transición, como teórica segunda fuerza, contraviniendo la
actual aritmética parlamentaria. Falto de discurso y de credibilidad, ha
proclamado un deseo regeneracionista a lo Miguel Primo de Rivera –abrir
ventanas, levantar alfombras, airear– que como aquél, con quien en su día colaboró
el PSOE, podría resultar sospechoso en cuanto a su verdadera finalidad.
Hay prisas para no agotar
la actual legislatura. Se trata esta vez
de ‘no fallar la ocasión’. Aunque no se
sepa bien o no se quiera saber adónde vamos. Urge y no sólo por las previsiones
legales acerca del posible adelanto electoral. Debe realizarse antes de que
pueda evidenciarse la salida de la crisis económica, y ello beneficie al
gobierno de UPN, desvaneciéndose la imagen de fin de ciclo y de corrupción del
sistema que la oposición se ha empeñado en focalizar en Barcina, por más que
haya sido la última en llegar al poder y se haya encontrado con fuertes
resistencias para cambiar las cosas, como se ha comprobado a propósito de la
Fundación CAN. La vieja política de camarillas, que siempre esconde intereses vergonzosos,
se alía con la política de sables, deseosa de hacer rodar cabezas o preocupada
de conservar la propia.
El PSN de Jiménez
busca su supervivencia como actor jugando a dos barajas, con Geroa Bai y con
los críticos de UPN, antes de que las urnas le releguen a un simple papel de
extra en la política navarra. Los críticos de UPN, muchos o pocos, se comportan
como ciegos que pretenden guiar a otros ciegos, sin asimilar aún su reciente
derrota ante Barcina y su responsabilidad histórica en la actual imagen de
deterioro del partido. Geroa Bai siempre gana en el juego lanzado con la cabriola
del PSN y también con el miedo a Bildu pregonado desde UPN. Y lo hace sin
despeinarse, sin bajar a la tierra en carne mortal, instalada en la pura
conjetura, sin despejar ninguna incógnita de las muchas que le conciernen. El
discurso anti-UPN ha calado como el antiamericanismo de los años 60: nada puede
ser peor que la realidad conocida. Pero al nacionalismo no le basta con la
salida de Barcina del gobierno, pretende reventar UPN, con o sin colaboración
interna, lo que indirectamente beneficiaría al mortecino PPN.
Cualquiera que sea la
salida a la presente situación, será en todo caso ‘fallida’ en los términos de la
regeneración política que solicita la ciudadanía. Un año más de legislatura se
justificaría sobradamente para promover una verdadera transformación de los
partidos, con medidas e iniciativas concretas que pudieran ser convenidas y
adoptadas por todos los grupos, recogiendo fórmulas de participación abiertas
en la selección y elección de todos los candidatos (no de uno sólo), y de
relación directa entre los electores y los elegidos. Un tiempo político nuevo exige
vino nuevo en odres nuevos. Pero, como expresa Magris en ‘Conjeturas sobre un
sable’, para esa actitud de ayuda y diálogo con los demás –‘el más auténtico oficio religioso’–, para ‘escuchar al otro y seguirle
en sus laberintos sin extraviar el propio camino’ ya no nos valemos. Exige
ciertas dosis de conversión y no va haber confesión pública ni peticiones de
perdón, ni rectificación alguna ante los ciudadanos. Todos los partidos
tendrían necesidad de hacerlo, pero ya no hay tiempo… Volverán a las andadas
porque entre tanta conjetura y sable, no están buscando la verdad sino –como
decía Magris- ‘las razones que expliquen el falseamiento de la verdad’.
Publicado en Diario de Navarra, 16 de febrero de 2014