El secretario general del PSN ha
mostrado un claro afán de marcar el inicio del curso político navarro combinando
entrevistas, declaraciones y resoluciones de partido. Después de haber
desafiado durante un tiempo las reglas de la lógica, su discurso fragmentado ofrece
ahora un tinte metafísico que conviene analizar. Si cuestionables fueron la
autocomprensión de su conducta en el gobierno o de su implicación en el
escándalo de las dietas, sus movimientos con históricos de UPN alternativos a
Barcina, su respuesta a la moción de censura y su obsesiva solicitud de
dimisión de la presidenta, responsable única a sus ojos de la actual crisis
institucional y de la podredumbre del sistema, no menos vulnerables a la
crítica resultan en este momento –una vez frustrada la vía de judicialización
de la política– su nueva apuesta por unas elecciones anticipadas y su propósito
declarado de gobernar con Geroa Bai e Izquierda-Ezkerra, dando así respuesta a
las demandas de una supuesta nueva “mayoría social de progreso” ya existente.
En verdad esa
expresión adquiere en el discurso de Jiménez el carácter de un auténtico
‘trascendental’, puesto que trasciende cualquier ‘ser concreto’, y como tal
puede ser convertible en ‘algo’. La cosa física política se articularía por simple
exclusión de UPN y Bildu. Desde ese supuesto metafísico se proclama el
advenimiento de un “nuevo ciclo en la historia de nuestra comunidad” con
palabras graves y vacías, de fácil populismo y tremendismo político cuando se
refiere a la necesidad de romper con las “tropelías retrógradas e
involucionistas” de la derecha de los últimos días y décadas, que tiene a los
navarros “exprimidos, atenazados, paralizados y prisioneros” del sistema
forjado por ella. Con la ayuda decisiva del propio Jiménez y del PSN, en todo
caso, que tanto ha mirado y contribuido a crear y sostener dicho sistema.
Resulta sorprendente que la misma dirección política de un partido pretenda
representar una posición y su contraria.
Más que un
cambio de rumbo con miras regeneracionistas en la política navarra, lo que
parece buscar Jiménez es su personal reinvención, lejos de quererse amortizado.
Para que su discurso de las elecciones anticipadas tuviese credibilidad tendría
que haber anunciado primero la celebración inmediata de unas primarias en su
partido. Ni siquiera se mencionó en el texto de la resolución del último comité
regional, a pesar de que se pidiera su inclusión. Jiménez no quiere elecciones
inmediatas, pero el giro publicitado evidencia la decisión de dedicar la mitad à peu
près que resta de legislatura a este juego, que no aportará nada a la
resolución de los problemas de los ciudadanos, continuamente invocados.
Para salvar
contradicciones, el discurso político de Jiménez traduce el lenguaje metafísico
de los distintos ‘modos de ser’ (‘ser en acto’ y ‘ser en potencia’). Manifiesta
su voluntad de ser “artífices del cambio de ciclo” sin que él ni su partido estén
realmente en condiciones de afirmar ese liderazgo ni se lo reconozcan aquellos
a quienes apela. La vía que pretende abrir depende del ‘ser en potencia’ de otros
más que del suyo. En particular de Geroa Bai, a quien se supone gran capacidad de llegar a ser algo
que todavía no es, por más que aún no se sepa bien qué es, fuera del PNV
y del personalismo de Barkos. Para ser plausible, la vía Jiménez tendría que
pasar por que el PSN obtuviese más votos que Geroa Bai y ésta más que Bildu, y
eso es mucho adivinar. Con un PSN que prolongara su pérdida de votos y reducido
a cuarta fuerza en Navarra difícilmente se puede ser artífice de algo.
Y si los
números no dan, y el PSN se aferra al compromiso de Jiménez de no volver a
apoyar a UPN, resulta ingenuo afrontar un hipotético gobierno como el apuntado
–da igual que lo presida PSN o Geroa Bai– contando con el apoyo de Bildu para
luego pretender ningunearlo pensando que no podrá alinearse con UPN contra el
nuevo gobierno. ¿Es esa la garantía de un nuevo ciclo “sostenible, estable, que
perdure en el tiempo y que realmente abra un horizonte distinto para nuestros
ciudadanos”, como dice Jiménez? Y si apuesta por “las ideologías de verdad”,
¿qué coherencia ideológica cabe esperar del experimento?, ¿hasta donde llega el
compromiso con el nacionalismo para la anunciada “reconstrucción de Navarra”?
¿Hay unanimidad respecto a todo esto en el PSN, como confusamente se ha dado a
entender?
La vía metafísica de Jiménez es muy incierta. Pero aunque fuera cierta
corre un evidente peligro. El PSN aspira a ser ‘sustancia’ de la política
navarra y puede quedarse en puro ‘accidente’. El problema de Navarra no es la
supervivencia de sus actuales políticos, ni siquiera la alternancia, que
llegará, sino el cambio real, la regeneración política del sistema, trascendental
donde los haya, que está por ver dónde y cómo precipita o quien sea su
artífice.
Publicado en Diario de Navarra, 20 septiembre 2013