En su Carta a los
revolucionarios bien pensantes, André Pietre sentenció: “La hipocresía es el homenaje
que el vicio rinde a la virtud”. Si hablamos de política y de España, el vicio
está de lo más extendido. No se trata de un juicio moral, sino de casi una
evidencia, a la vista de tantas incongruencias con las que nos obsequian y
castigan nuestros políticos en tiempos de incertidumbre. Si no pueden ofrecer
seguridades a los interrogantes y dificultades cada vez mayores que plantea la
crisis, los ciudadanos tenemos al menos el derecho de exigirles que hagan un
esfuerzo por transmitir una mínima sensación de coherencia y veracidad en lo
que dicen y hacen. Pero ahí es donde falla la auténtica virtud.
Los ejemplos abundan. La señora
Aguirre continúa haciendo oposición a su partido y ha dejado claro que se fue
de la primera línea política para no quedar abrasada con las medidas anticrisis
y estar así en condiciones de regresar, si la salud lo permite, a los más altos
destinos del servicio a la nación. Por eso no tiene hoy empacho en declarar que
existe una ‘alternativa’ a la política de Rajoy, la bajada de los impuestos y
más recortes en las administraciones públicas, que es justamente lo contrario
de lo que hizo ella antes de abandonar la presidencia de la comunidad de Madrid,
aumentar la presión fiscal y los precios públicos.
En Barcelona la política no es
más congruente. En el PSC se hacen cruces para saber cómo acertar la próxima
vez. El afán de los socialistas catalanes por no quedar descolocados, en pleno
movimiento impostado de secesionismo, les hace no saber estar, o estando
pretender no ocupar lugar, como ha sucedido recientemente a propósito de la
reunión del llamado Consejo de Transición Nacional, tras la cual Pere Navarro
manifestó que se sentía decepcionado porque había comprobado que su objeto era la
independencia. Resulta igualmente hipócrita que el portavoz del gobierno
catalán se manifieste seriamente preocupado por la salud de la democracia
española al comprobar que el TC se propone velar por el cumplimiento de la
Constitución.
Navarra no desentona, por demás, en
este panorama. Tan preocupados estaban algunos partidos con limitar el
escándalo de las dietas a las de la Permanente de la CAN –tan preocupados y tan
relajados con que la Justicia parezca internarse sólo por esa senda– que se
olvidaron de la lógica de los argumentos utilizados, y de que dietas opacas e
incontroladas, haberlas haylas en demasiados sitios, afectando a todos los
partidos. La reacción, por tiempos, a la difusión pública de los indicios de claros
abusos e irregularidades cometidas en el reparto de las dietas del Ayuntamiento
de Pamplona, conduce a considerar, en efecto, que sólo quien esté libre de
pecado puede tirar la primera piedra. A la incongruencia e hipocresía de los
comportamientos, se une la de las declaraciones, que los testigos citados a
propósito de la CAN han venido a dejar constancia ante la juez.
La incongruencia e hipocresía de
los políticos resta fuerza interior a la comunidad y a sus organizaciones, e
impide a las distintas partes alinearse desde la pluralidad hacia un mismo
objetivo, lo que resulta imprescindible en tiempos de crisis. Únicamente desde
la congruencia se puede afirmar el liderazgo. El desenlace de la reunión de UPN
y PSN solicitada por Barcina, no por esperado ha dejado de ser sorprendente. El
PSN ha oficializado el final de una relación preferente con los regionalistas.
Pero resulta ilógico que se responsabilice sólo a Barcina de la quiebra de la
estabilidad del gobierno y de la consiguiente crisis institucional, que se
sugiera asimismo su inmediato restablecimiento si la presidenta dimite y, al
mismo tiempo, se afirme la decidida disposición del PSN a construir una mayoría
social y política alternativa basada en un dialogo ‘sin exclusiones’ (pero sin
UPN).
El PSN, sin necesidad de nuevas
elecciones, parece pretender gobernar desde el parlamento. O al menos desde la
Mesa de Empleo que preside, a la que instó a Barcina a que remitiera sus
propuestas, sin entrar a discutirlas en la reunión. Como si estuviera en su
mano bloquear cualquier acción de gobierno. La incongruencia del PSN, o de su
líder, se ha puesto de nuevo de manifiesto cuando se ha apresurado a
descalificar la propuesta del gobierno de reparto de empleo público en la
administración foral, tildando la iniciativa de “muy de derechas” y “muy de
Merkel”, alineándose con Bildu y Lab, cuando otras fuerzas ‘progresistas’ –las
que se supone pretende liderar– como Izquierda-Ezquerra y NaBai, o la propia
UGT, se han mostrado favorables a ella o dispuestos a considerarla. Los
ciudadanos se merecen que la autoridad pública y quienes aspiran legítimamente
a serlo en un futuro, se tomen en serio sus problemas y necesidades. Basta ya
de incongruencias e hipocresía.
Publicado en Diario de Navarra, 16 de mayo de 2013