miércoles, 31 de marzo de 2010

Cierre en falso

Las vacaciones de Semana Santa nos han sorprendido a todos, pero a los políticos más que al resto. Aunque tengan fama de vagos (y algunos incluso de maleantes), lo cierto es que varios temas candentes se han abandonado  por cansancio, a la espera de que a la vuelta de estos días de descanso puedan abordarse con renovado brío, como sucede con el manido tema del pacto de estado económico para salir de la crisis. Por lo que se refiere a otras cuestiones -el fantasma de la negociación con ETA o los continuos sobresaltos de la corrupción política-, la esperanza es que enmudezcan al son de los tambores de las procesiones, o que se los lleve el viento de las montañas o las olas del mar. En cualquier caso, asistimos a un cierre en falso de la agenda política.

Semanas y semanas ha estado el gobierno con la matraca del pacto económico, buscando enmudecer a la oposición en el tema de la crisis, y al final se ha quedado más sólo que Jesús en el huerto de los Olivos. Nadie, ningún grupo parlamentario, no ya el PP, quiere prestarse a figurar en ese paso, más falso que el beso de Judas. El abandono de sus más fieles y el rechazo del pacto, que resuenan como las negaciones de Pedro, representan ya un auto de fe, necesariamente condenatorio, porque Zapatero sigue comportándose de manera impenitente a propósito de la crisis. Para más inri, el Banco de España acaba de enfriar de nuevo las previsiones del gobierno. Por mesiánica que parezca la personalidad de Zapatero, el problema es que él mismo no cree en los milagros, ni sabe siquiera de estrellas, aunque exija a quienes han alcanzado ya el recto uso de la razón que crean ingenuamente en él como en los reyes magos.

Quien ha figurado en estos días previos a la Semana Santa como un auténtico Ecce Homo ha sido Mayor Oreja. Sus declaraciones de la última semana sobre la vuelta a las andadas del gobierno en la negociación con ETA, repetitivas como el sermón de las Siete Palabras, han levantado contra él toda clase de improperios. Méritos sin duda ha hecho, al pronunciarse en clave aseverativa y no opinática, y al colocar a Zapatero en el centro de su diana calificándole de aliado potencial de ETA (palabrería gruesa aunque pronunciada en el tono cansino suyo de siempre). Rubalcaba reaccionó con prontitud anunciando reformas legislativas para impedir la presencia de listas afines a ETA en las elecciones. Pero ahí hemos dejado a Mayor, atado y flagelado, con su clámide sobre los hombros, cuando después ha saltado la noticia de que mediadores internacionales piden un alto el fuego permanente a ETA, y al gobierno que responda con un nuevo proceso de negociación con los terroristas y la legalización de Batasuna. Aunque en el anterior proceso de paz tuvieron una participación activa los mediadores internacionales, y no parece que esta nueva iniciativa pueda haberse tomado al margen del gobierno o de Batasuna, Zapatero, que pidió a Rajoy que desmintiese a Mayor, no ha dicho nada al respecto. Por pintoresca que sea la cuestión, algún comentario merece, si no se quiere cerrarla en falso.

El silencio de Rajoy es más significativo en el caso Matas, que no admite un cierre en falso. No basta con presionar para que el acusado de graves delitos de corrupción política se adelantase a solicitar la baja temporal en el partido, y así no tener que expulsarlo directamente. No estamos aquí ante el caso Camps, por lo que sabemos hasta ahora, ni el juez Castro es el juez Garzón. O el juez es un incontinente verbal y se le va la pluma, o realmente estamos ante hechos que quitan el hipo, donde la presunción de inocencia y hasta el derecho a no declarar no justifican que todo un ex presidente de una comunidad autónoma pretenda "burlarse de los simples mortales" (Castro dixit) cuando se le requiere a dar cuenta ante la justicia. Jaume Matas ha sido un referente y hasta presentado como un modelo de la política del PP durante la era Aznar. Pero en esta mala hora no es posible ampararse en el argumento de que los casos de corrupción atribuidos al PP corresponden a los tiempos del ex presidente Aznar y dañan más a su imagen que a la de Rajoy, como podía pensarse del caso Gürtel. Aquí no sirve esa mala excusa y ese falso consuelo. Los hechos investigados afectan a la última legislatura, cuando Rajoy era ya el máximo responsable del PP. No puede obviarse que quien aspira a gobernar de nuevo con el PP es Rajoy y es Rajoy por consiguiente quien debe transmitir de manera inequívoca una tolerancia cero con la corrupción, si quiere realmente gobernar. Jesús también descendió a los infiernos antes de resucitar.

viernes, 26 de marzo de 2010

Garzón, al banquillo

Garzón está cerca de sentarse en el banquillo, a requerimientos del Tribunal Supremo. Algo gordo ha de estar sucediendo para que el juez estrella esté a punto de caer. ¿Cómo es eso posible? La derecha corrupta del PP se ha movilizado para reventar el caso Gürtel y poder así regresar, sin tener que pagar ninguna factura, al poder. A Garzón sí que le han salido caros los trajes de Camps. Pero no sólo la derecha heredera del franquismo contraataca orgullosa y altanera, sino que hasta los propios falangistas han resucitado de tanta fosa abierta, y amenazan con enterrar vivo al juez de la memoria histórica. Tal es la explicación que desde algunos medios bien informados se ofrece, sin acabar de creerse que quien voló tan alto, tan alto, y a punto estuvo de dar a la caza alcance, pueda en efecto caer y estrellarse.

Algo muy gordo está pasando, para que todo el frente político-popular (no se trata del PP sino de esa gran coalición de ministros, partidos de izquierda y sociedad de autores progresistas, el gran actor Zapatero incluido) se haya tenido que movilizar para intentar parar la catástrofe. El Fiscal General del Estado aún confía en evitarla. ¿Qué ha pasado? Que el juez-político se ha ahogado. Tal ha sido el sobre-esfuerzo que el oxígeno le ha faltado. Todas las grandes urgencias del PSOE de Zapatero pasaban por Garzón (negociación con ETA, frentismo y descrédito del PP), y al final pasó lo que tenía que pasar.

El problema no es la ideología de quien denuncia el posible abuso, sino el hecho de pretender legitimar la tropelía y la arbitrariedad dentro del estado de derecho por simples intereses ideológicos. El problema es que un juez autosuspenda su independencia cuando se siente reclamado por una causa partidaria, o cuando se presta voluntariamente al juego frívolo o peligroso que pretende realizar el poder político. El problema no es ya la politización de la justicia, sino su partidización y, lo que es peor, su fulanización, el que haya jueces que por un motivo político -motivación o desengaño- puedan, hora aplicarse en perseguir el delito provenga de quien provenga (caso GAL), hora prevaricar o cejar en el respeto escrupuloso de las reglas del derecho (crímenes del franquismo, irregularidades del caso Gürtel, caso Faisán).

La historia de Garzón apunta en ese sentido y al final la democracia no puede depender, ni en los días de fiesta o más animados, ni en los momentos más aburridos, de los caprichos de un juez que quiso ser político y no ha dejado de hacer política siendo juez. A la mayoría de los ciudadanos no les interesa el futuro de Garzón sino el presente del estado de derecho. Y lo que está pasando es esto. Que el estado de derecho está funcionando y hay que dejarle que siga haciéndolo, sin pretender acudir a ninguna teoría de la conspiración, y menos al fatalismo histórico, para salvar a Garzón del banquillo. Triste defensa sería.

jueves, 18 de marzo de 2010

ETA, tous en folie

 
La organización terrorista ETA ha matado en Francia a un gendarme, padre de cuatro hijos. Había ya asesinado a dos guardias civiles españoles en el sur de Francia, en 2007. Había también herido a miembros de las fuerzas de seguridad galas en algún escarceo, aunque afortunadamente sin consecuencias mortales. Hasta ayer. ETA ha profanado su antiguo santuario y eso, sin duda, es un hecho definitivo que atraerá maldiciones sobre quienes durante mucho tiempo no eran señalados en el territorio vecino como terroristas sino como combatientes políticos. La colaboración policial francesa ha sido sincera y efectiva en las dos últimas décadas, pero las autoridades francesas siempre se han cuidado mucho de señalar que el 'problema' era nuestro, no fuera a ser que ETA se convirtiera realmente en un problema también de ellos. Así, de hecho, lo ha considerado la opinión pública francesa. Hasta ayer.

A partir de hoy, Francia tiene nuevos motivos para perseguir con firmeza a los terroristas de ETA al otro lado del Pirineo. El atrevimiento de ETA no responde a un cambio de estrategia en la organización. Esa locura más bien manifiesta lo descabezada que anda, y el nerviosismo y la falta de preparación de sus actuales comandos. Pero las circunstancias concretas del hecho luctuoso, la búsqueda deliberada y la saña del enfrentamiento por parte de los terroristas, no admiten ningún paliativo en el juicio que se merecen. No fue la respuesta incontrolada del miedo sino la brutal irracionalidad de la bestia la que desató los acontecimientos. No hay hombres de paz, ni celosos amantes de la tierra nativa, ni ideólogos políticos, ni nada que se pueda salvar en estos jóvenes sanguinarios, que querían enmascarar su fanatismo o dar rienda suelta a sus caprichos adolescentes robando coches de lujo alemanes. Se acabó la miseria, debieron pensar estos nuevos luchadores nacional-socialistas.

Se acabó el juego loco de todos con ETA. La izquierda abertzale tiene que liberarse definitivamente de las cadenas de ETA, pero va a tener que empeñarse en demostrar su verdadera autonomía, porque ya no caben artificios ni trucos viejos y repetidos para intentar volver a las instituciones democráticas con el objeto de someterlas dóciles a los dictados de ETA. Se acabó la política de aquietamiento con personajes locos como Chávez, que cierta izquierda presuntamente intelectual ampara, por más que sepa de su connivencia con grupos terroristas. La respuesta de Chávez a las investigaciones del juez español Velasco sobre las relaciones de las FARC con ETA y el amparo prestado por el régimen autoritario chavista (con adiestramento incluso por parte del ejército venezolano) es indignante y escandalosa. Pero aún no ha reaccionado como debe hacerlo el Gobierno de España, que se ha limitado -siguiendo el viejo manual de Pepiño Blanco, el nuevo hombre de estado- a salir en 'defensa' de Aznar (por la mención de Chávez a Velasco como miembro de la 'mafia de Aznar'), como si fuera ese el núcleo del problema.

Al rey, que también le han puesto a caldo en los medios de comunicación venezolanos sometidos a Chávez, Zapatero le ha dejado solo, como si los insultos al jefe del estado no fueran con España (y se tratara de una vieja rencilla personal entre Chávez y el rey, no resuelta, desde que éste le levantara la voz en aquella cumbre iberoamericana). Esperemos que el alto sentido de Estado de Zapatero no le lleve a una nueva negociación con ETA, como se rumorea últimamente que pretende otra vez el PSOE con el concurso de antiguos altos comisionados. Sería de locos que el fracaso de Zapatero en la gestión de la crisis y el deterioro que sufre su imagen se quisiera remediar volviendo a las andadas con el 'proceso de paz', ofreciendo lo indecible a los terroristas (como atestiguan las actas de las últimas conversaciones con ETA) para pasar a la historia como el gran pacificador, logro que en su delirio maquiavélico le capultaría de nuevo a la Moncloa tras las elecciones generales de 2012 (previa nueva presencia de Batasuna en las instituciones facilitándole su presentación a las municipales). Pero ese juego disparatado y frívolo, que tanto debilitó al estado español en la anterior legislatura, no es en absoluto imposible que se repita: tous en folie. Esperemos que la fortaleza y seriedad de Francia en estos momentos -desde el dolor más motivada que nunca en la lucha contra ETA- no lo permita.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Inutilidad de la política

Antaño se discutía sobre la inutilidad de los reyes y hoy lo hacemos peligrosamente sobre la inutilidad de la política. No es que se cuestione la inutilidad de la ciencia política, algo que se da ya por sentado dentro de la disciplina por los académicos inteligentes, sino que es la propia política y los políticos quienes son vistos como un gigante estúpido que no sabe a dónde va, o más bien que no va a ningún lado, y que sigue creciendo a pesar de tener los pies de barro. Esta sensación es más intensa en ciertos sectores y en algunos países o lugares más que en otros, pero no se sabe muy bien por qué en España se encuentra al cabo de la calle, aunque los profesionales de la política estén siendo los últimos en enterarse. Las últimas encuestas del CIS sobre preocupaciones ciudadanas así lo certifican.

Nuestros políticos no es que anden ausentes en el famoso Salón de los Pasos Perdidos, musitando sus discursos faltos de ideas, es que ya ni van a la Cámara. El presidente Bono no sabe qué hacer para contrarrestar esa mala imagen. Cuánto diputado de paja anida en las Españas, en cada uno de los 17 parlamentos que nos hemos dado para que no faltase un lugar para la palabra, y que ahora se antojan como un duro fardo para las propias arcas del estado. Tanto político bala acaba por enconar al ciudadano de a pie, que o lucha por un trabajo, o no llega a fin de mes, o ve como ahora le van a subir el IVA para que los señoritos de la política almacenen el forraje, o se levanten o rehabiliten una nueva casa.

Pero lo peor es que la izquierda gobernante tampoco cree en la política, en la verdadera política. En parte es un mal de la izquierda actual en general, que se muestra incapaz de articular respuestas para transformar el presente convulso, como si se pensara que lo que es políticamente factible no cambiará nada y lo que podría cambiar es políticamente inviable. Ello no quita que sea además un mal específicamente español, pues esta actitud la ha llevado al extremo el gobierno de Zapatero en la actual gestión de la crisis, contribuyendo de manera poderosa a la sensación de la inutilidad de la política. De ahí que la política del PSOE se refugie en cuestiones como la autodeterminación, el aborto o la libertad religiosa, en viejos mitos culturales de la izquierda, para simular que continúa alentando proyectos de liberación, por más que esos proyectos concretos no respondan a auténticas necesidades sociales ni lleguen al corazón de la gente.

Tal es el desencuentro con la realidad vivida que la izquierda de Zapatero no tiene más dimensión utópica que la negación de la realidad. La inevitabilidad de la crisis se responde con la negación de la crisis, de las causas españolas de la crisis y con el rechazo de las actuaciones que realmente podrían ayudar a combatir la crisis y los efectos de la crisis en España. Zapatero no solamente ha consagrado la inutilidad de la política sino que propone la inutilidad como política de estado. Pretende empujar a los demás a la formalidad del pacto, convirtiendo lo irrelevante en materia del mismo, mientras se empeña en obviar por su parte el previo y necesario pacto con la realidad, como ha hecho ver en El Pais José Ignacio Wert. Tildar de maquievelismo lo que no pasa de inmadurez y frivolidad, es magnificar al personaje, reducir el problema y retrasar su solución. Sólo un artista puede llegar a grados de inutilidad tan impresionantes, y los hombres de Zapatero ciertamente no lo son.

Si en algún lugar de nuestra geografía se ha hecho notar esta imagen de la política como un desvencijado camión cargado de neuronas inservibles que circula lentamente ya por el territorio de nuestras desgracias cotidianas, ese es Cataluña, por obra y gracia del gobierno tripartito presidido por el PSC, criatura que tanto debe y a la que tanto debe el propio Zapatero. El refugio en las esencias metafísicas dificulta enormemente cualquier enfrentamiento con la realidad física. El espectáculo de la inacción absoluta ante la llegada de un temporal de nieve, puntualmente anunciado por los servicios metereológicos, raya en la incredulidad.

Mientras las torretas electricas se doblaban como papel y los ciudadanos quedaban atrapados en carreteras y calles de la gran ciudad, o se han visto obligados a permanecer sin luz en sus casas varios días, la política catalana se restablecía del decisivo debate mantenido a propósito del futuro de las corridas de toros en su territorio. Aunque para la Generalitat cualquier esfuerzo en estas circunstancias extraordinarias hubiera sido inútil, el hartazgo de lo inútil y ante tanto inútil es comprensible.

La política brilla por lo inservible en la oscuridad de estos días, y aunque no sea cierto que no aporte nada a nadie, hace dudar si no será verdad que, como decía el humorista norteamericano Kin Hubbard, "cuanto menos aporta un político, más ama su bandera".

viernes, 5 de marzo de 2010

Ley del aborto: hazaña y apatía

El pasado dia 3 de marzo se promulgó en España la nueva ley del aborto bajo el enigmático título de ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo. Demasiada proposición copulativa, pero al final esa es la única coherencia de la ley, que todo tiene que ver con la cópula. ¿Pero qué tendrá que ver el "desarrollo de la sexualidad" con el aborto, sobre todo si lo vinculamos a la "dignidad de la persona y al libre desarrollo de la personalidad"? Cuesta decirlo y entenderlo, pero la gran hazaña de la libertad que ha materializado la ministra niña Aído es convertir el aborto en un método anticonceptivo más. No hay más que leer el inicio del preámbulo de la ley para darse cuenta:
"El desarrollo de la sexualidad y la capacidad de procreación están directamente vinculados a la dignidad de la persona y al libre desarrollo de la personalidad y son objeto de protección a través de distintos derechos fundamentales, señaladamente, de aquellos que garantizan la integridad física y moral y la intimidad personal y familiar. La decisión de tener hijos y cuándo tenerlos constituye uno de los asuntos más íntimos y personales que las personas afrontan a lo largo de sus vidas, que integra un ámbito esencial de la autodeterminación individual. Los poderes públicos están obligados a no interferir en ese tipo de decisiones, pero, también, deben establecer las condiciones para que se adopten de forma libre y responsable, poniendo al alcance de quienes lo precisen servicios de atención sanitaria, asesoramiento o información".
Nadie con un mínimo sentido común y/o moral puede considerar que éste sea un gran día para la historia de España, como alguno/a se ha atrevido a decir. Más bien esta hazaña de unos pocos y la apatía de muchos más sugiere lo contrario. Tampoco creo que sea un gran día para las mujeres, ese nuevo sujeto colectivo abstracto, dotado de un pensamiento y voluntad común, que la ideología de género ha inventado. Nadie duda que "embarazo y la maternidad son hechos que afectan profundamente a sus vidas en todos los sentidos". Pero eso no justifica la pendiente por la que se arroja la ley. Partiendo de la invocación de los "derechos de la mujeres" en relación con la "protección de la la salud sexual y reproductiva", el texto considera la interrupción voluntaria del embarazo como un "derecho asociado" a dicha salud sexual y reproductiva, tomada ésta de manera "integral", y acaba proclamando el aborto como un "derecho fundamental", lo que sin duda constituye un auténtico atentado contra toda la tradición jurídico-política occidental de los derechos y libertades.
"En una sociedad libre, pluralista y abierta, corresponde al legislador, dentro del marco de opciones que la Constitución deja abierto, desarrollar los derechos fundamentales de acuerdo con los valores dominantes y las necesidades de cada momento histórico. La experiencia acumulada en la aplicación del marco legal vigente, el avance del reconocimiento social y jurídico de la autonomía de las mujeres tanto en el ámbito público como en su vida privada, así como la tendencia normativa imperante en los países de nuestro entorno, abogan por una regulación de la interrupción voluntaria del embarazo presidida por la claridad en donde queden adecuadamente garantizadas tanto la autonomía de las mujeres, como la eficaz protección de la vida prenatal como bien jurídico"
El preámbulo de la ley denota un enorme cinismo. Invoca falazmente el "consenso de la comunidad internacional" en esta materia posiblemente para obviar que al gobierno español no le ha interesado ni se ha preocupado por obtener el necesario consenso interno. Esta ley no traduce los "valores dominantes" ni responde a las "necesidades" de la sociedad española del momento. Hasta dentro de las filas socialistas se ha vuelto a recordar que no figuraba en el último programa electoral del PSOE. Sencillamente, y antes que cualquier otra consideración de carácter científico o moral, es claro que no se puede legislar sobre tan grave materia sin que haya un fuerte consenso social al respecto (al menos el mismo que suscitó la anterior ley). El gobierno de Zapatero lo ha hecho, sin importarle lo más mínimo este aspecto de la cuestión, desde la convicción de que la derecha, cuando regrese al poder, no se atreverá a derogar la ley. Como si fuera una ley no escrita de la democracia que la izquierda puede revocar sin complejos cualquier ley promovida por un gobierno anterior, y el centro-derecha no. Esta falta de consenso es motivo suficiente para modificar la ley en un futuro.

El texto enfatiza que el espíritu de la nueva regulación del aborto es garantizar y proteger adecuadamente los derechos e intereses en presencia, de la mujer y de la "vida prenatal". Pero la verdad es que la ley apenas se ocupa de ese objeto vivo, ni se atreve a reconocerle en ningún momento como sujeto del más elemental derecho: el derecho a la vida. La ley, y se reclama socialista, es ciega también a la hora de identificar al más debil y desfavorecido: "la tutela del bien jurídico en el momento inicial de la gestación se articula a través de la voluntad de la mujer, y no contra ella". El legislador no es neutral. Contempla, por una parte, que se deba informar a la mujer de las consecuencias del aborto, e "impone condiciones para que ésta se ofrezca en un ámbito y de un modo exento de presión para la mujer". Por otro, reconoce finalmente la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios implicados en la realización del aborto, que deberá "manifestarse anticipadamente y por escrito". La presión hacia éstos se mantiene anunciando que ese derecho de objeción "será articulado en un desarrollo futuro de la Ley". Ninguna mujer irá a la cárcel en España por abortar (no sucede de hecho), pero que tengan cuidado los profesionales de la salud que en adelante se nieguen a practicar el aborto, no vayan a sufrir diversos tipos de aislamiento.

Escasa respuesta ha tenido la política del aborto del gobierno y la materialización de la nueva ley. Un manifiesto de tres decanos de una universidad católica salpicando unas grandilocuentes y vacuas consideraciones filosóficas junto al anuncio de que no enseñarán a practicar el aborto en sus aulas (para tranquilidad de los padres, no vaya a ser que dejen de enviarles a sus hijos); una dimisión de un concejal socialista; y unas cuantas manifestaciones pro-vida como ritual obligado de la discrpancia antes del aquietamiento final, parecen un triste balance. La conferencia espicopal merece un capítulo aparte y no se sabe bien en qué consiste su juego de anatemas propuesto. Junto a los textos de las canciones de misa, acabarán proyectando en las parroquias las fotos de los diputados que han votado la ley, como si de comisarías se tratara, para que todos los fieles ayuden a detener a cualquiera que pretenda recibir la comunión. Eso sí, salvando a su graciosa Majestad, no vaya a perder el Trono, y ellos el Altar.

Aquí todo el mundo tiene la conciencia tranquila, de Bono al último mono. Aquí nadie se ha puesto verdaderamente a pensar, ni puede decirse que haya existido realmente un debate serio. No se ha hecho nada por fabricar un consenso, ni ha habido reacción siquiera dentro de la sociedad civil ante el atrevimiento del gobierno de revistir de hazaña una verdad desnuda que merece cualquier otro calificativo menos ese. Esta general apatía es lo más preocupante. De aquí a la eutanasia como derecho individual y/o social, y hasta como rito civil de la extremaunción, no queda nada.